¿Cómo saber si los niños y los adolescentes acceden a contenidos adecuados? En esta clase vamos a explorar criterios de calidad para que ustedes, padres y profesores, puedan orientarlos adecuadamente. Durante la niñez y la adolescencia, las personas viven importantes procesos de desarrollo que son irrepetibles. De ahí, la importancia de educarlos desde pequeños, no solo para que accedan a contenidos de calidad sino para que ellos mismos valoren esa calidad. En la sociedad multipantalla este es un imperativo ético. Los contenidos audiovisuales son infinitos. La televisión abierta, por cable o satélite, las plataformas audiovisuales o los videojuegos son ejemplos principales de este nuevo entorno. ¿No creen que somos los padres y los profesores los llamados a generar buenos hábitos de consumo de medios en los niños y los adolescentes, en vez de que lo hagan las industrias culturales, la publicidad o las tendencias del momento? Un criterio de calidad fundamental es distinguir qué contenidos son adecuados para la edad, el proceso de desarrollo que atraviesan y fomentar así su bienestar. Los organismos reguladores del audiovisual de cada país deberían indicarlo. Se recomienda que durante la primera infancia seleccionen contenidos que traten temas focalizados en cómo los niños y las niñas ven el mundo y sus experiencias, de manera entretenida y desde su punto de vista, con una enseñanza principal. Importa aquí que los personajes protagonistas sean reales o que, si los representan, hagan cosas de su edad, que aparezcan con adultos acogedores y que les hagan preguntas. En esta edad no conviene que vean solos las pantallas. Estas no son niñeras. Hay que acompañarlos. Entre los tres y cinco años, los niños aprenden a reconocer y a verbalizar sus emociones. Las autoras Götz y Schlote afirman que el audiovisual es una experiencia emocional intensa. Los niños se sumergen en las historias, viven los sentimientos de los personajes y la atmósfera con gran intensidad. Como se producen vínculos emocionales, conviene seleccionar contenidos prosociales, es decir, historias que desarrollen su inteligencia emocional y que estimulen la conversación. El humor es muy positivo para lograrlo. Se habla también de contenidos detractores de calidad, que son los que hay que evitar. La violencia verbal y física, el vocabulario negativo, los estereotipos de género, raciales o étnicos, un lenguaje de baja calidad y temáticas inadecuadas, como por ejemplo contenidos sexuales según la edad, son algunos ejemplos de contenidos que se han estudiado científicamente como inapropiados. Desde temprana edad los niños desarrollan la capacidad de sentir emociones y de entenderlas. A los tres años se dice que ellos ya han sentado los fundamentos emocionales y que entienden emociones básicas, pero los adultos igual tenemos que ayudarlos a entender emociones más complejas. Lo importante es que nos hagamos cargo de esa educación emocional. Las psicólogas Victoria Tur y Carmen López-Sánchez afirman que entre los seis y 12 años hay perfiles de usuarios segmentados. Por ejemplo, los tecnológicos disfrutan de series de aventuras, misterio, acción, superhéroes y de los videojuegos; las princesas consumen series románticas y videojuegos de este tipo; las femeninas prefieren la moda y el aspecto físico; los deportistas siguen en televisión las competencias y también gustan de series de misterio; los natura disfrutan con series documentales de animales. Independientemente de sus preferencias, cuidemos que los contenidos a los que accedan enriquezcan su vida emocional y social, eviten estereotipos como cánones de belleza, de género o adelanten a destiempo conductas propias de la adolescencia o de la juventud. Además, los contenidos de calidad deberían, de manera lúdica y entretenida, ayudar a comprender el mundo que los rodea, a apreciarse a sí mismos y sus experiencias, a ser activos, creativos, a apreciar la vida, a los demás, a su entorno, a ser proactivos y a resolver de manera pacífica los conflictos. Aprovechemos también la sensibilidad que ellos muestran ante el cuidado del medio ambiente. Como entre los seis y 12 años utilizan series y personajes de juegos, van buscar consumir productos asociados a estos porque se identifican con los mismos. Por eso tenemos que educarlos tempranamente para el consumo. Como afirma Maya Götz, las emociones conforman la base de la conexión entre la persona y su entorno. Los contenidos audiovisuales de calidad pueden entonces impactar en desarrollar esta inteligencia emocional. Ser conscientes de nuestras emociones y de las de los demás nos permite, además, tener mejor bienestar mental y relaciones constructivas, positivas y pacíficas. Sobre todo a esta edad debemos promover estrategias de uso de medios que promuevan el uso de los mismos para desarrollar habilidades prosociales y resolución de problemas. ¿Qué pasa al comenzar la adolescencia? Demandan respeto a la privacidad, buscan identidad e independencia, les atrae la sensación de libertad, de poder comunicarse y organizarse con sus teléfonos móviles, ver sus series favoritas de manera individual o con amigos para afirmar sus opiniones y pertenecer a comunidades de referencia o de videojuegos. Recomienda entonces series que en sus temáticas aborden la expresión de emociones, la resolución de conflictos de manera pacífica, participativa y constructiva, y también la amistad con equipos y con protagonistas, además de temas de su interés de acuerdo a la edad. Los adolescentes necesitan expresar y aprender a conocer y controlar estas emociones, a formar su identidad. Por ello buscan modelos de conducta que les sean significativos y los encuentran en las series. Por eso es importante que no adelanten el consumo de contenidos para adultos. También los invitamos a desincentivar que participen en redes sociales o en comunidades en línea en las que se agrede a otros o se comunica de manera violenta y, por supuesto, por encima de todo, seamos nosotros buenos ejemplos. Ojalá que todos los actores, tanto de la familia como de la escuela, motiven a las personas a acceder a contenidos de calidad, a practicar una comunicación adecuada, incluidos la participación de los niños, niñas y adolescentes, y también a que estén atentos a los estudios y a las normativas de las instituciones de regulación en los países que nos pueden indicar recomendaciones de acuerdo a la edad y a los tipos de dispositivos. Hasta pronto.